(Fragmento del libro Alicia a través del Diván, 2024)
de Editorial Casa Alef
Leyendo, mientras mecía suavemente sus piernas, se encontraba sentado en una pequeña cerca de piedras, se veía absorto, atrapado en la lectura, con algunas lágrimas en los ojos. En ese momento aparece un inglés- claramente identificable por su forma de vestir- y después lo confirmó su manera de hablar, no era ni irlandés, ni escocés; parecía un simple desconocido sin chiste, excepto por su sombrero. Se presenta, levantándose la chistera, —Mi nombre es Lewis Carroll —a lo que nuestro amigo lector responde, —Mucho gusto, el mío es Humpty Dumpty. ¿En qué puedo servirlo? ¿Se encuentra perdido? Quien no conoce estos páramos se pierde inevitablemente. Carroll, jugando con gestos y ademanes le dice —Perdido estoy ya hace varios años, pero creo que sé cómo regresar, —le dice a Humpty, mirándolo sorprendido —¿Qué está leyendo tan abatido? —Humpty responde —estoy leyendo algo que no sé definir. No sé si se trata de un cuento o una novela corta, se llama ‘El Licenciado Vidriera’, es de un autor español que se llama Miguel de Cervantes. —¿Sabe de qué le hablo? —Carroll responde, —Tengo que ser franco con usted, desde luego que he escuchado de Cervantes, sin embargo, le confieso que no lo he leído. —Humpty pregunta, pero…
—¿Le gusta la lectura? Carroll responde, —Sí claro y, de hecho, quisiera ser escritor, pero no tengo ninguna historia. Humpty, lo interrumpe y comenta, —Pues verá, si en realidad quiere escribir algo más allá de lo simplemente comercial, tiene que conocer a Cervantes. Se detiene, cierra el libro y le dice, —El licenciado Vidriera es un buen hombre, una persona que no le hace mal a nadie. Sin embargo, tiene un problema, cree que es de vidrio, y teme tropezarse o caer; pero los niños, que son unas fieras crueles, se dieron cuenta de su debilidad, cuando sale a la calle lo corretean aventándole piedras muertos de risa, mientras el pobre hombre sufre y huye despavorido. Yo tengo ese mismo problema, temo caer y romperme, por eso es que vivo tan lejos de la villa, me alejo. Aquí, sumergido en mis lecturas, recuerdo que también he sido perseguido e incluso, han inventado canciones burlonas porque parezco un huevo y finalmente ya lo creí.
—¡La fragilidad humana es aprovechada por los miserables!, —exclama Humpty con vehemencia. Y continúa. —Por ejemplo, ¿Ve aquella casa a lo lejos? Es mi vecino al que le dicen ‛el conejo blanco’, es un apodo muy largo para una persona tan regordeta. Sin embargo, sí es muy rubio, casi albino. Él siempre está corriendo y se le hace tarde, razón por la cual nunca está en algún lugar, deberían apodarlo la liebre, sería más exacto para describirlo. Cuando se habla con él, no es difícil advertir, que no está escuchando, que está preocupado por no llegar tarde a su siguiente cita, siempre saca el reloj de su chaleco, se disculpa diciendo que tiene que irse.
—Me pregunto si ‛el conejo’ se da cuenta de su propio sufrimiento, de que en realidad vive para huir de él mismo, para no poder sentarse a leer un libro. Por supuesto que él no teme romperse y por eso va a todas partes, pero ¿Esa es una vida? —Humpty mirándolo a los ojos se disculpa, —Lamento haberlo abrumado con todo un mar de autoconmiseraciones. A lo que Carroll responde, —No tiene nada de que disculparse.
Carroll, no se había dado cuenta que tenía la boca abierta al escuchar el relato, ya que lo sorprendieron la claridad, hondura y sinceridad, sentía que debía responder algo, pero no podía ser más que honesto. —Pues, señor Humpty, le agradezco que me abriera su corazón y yo no puedo dejar de hacer lo mismo. Tengo una afición que me tortura, muy parecida a lo que pinta Balthus, el pintor francés ¿Lo conoce? —Humpty, únicamente asiente… Y Carroll continúa, —A mí me gusta, me apasiona fotografiar niñas, especialmente rubias, créame que es lo único que hago, pero es una fiebre que no logro quitarme, y es algo que me atormenta; además me siento totalmente seco, no sabe usted las ganas que tengo de escribir, pero no logro encontrar un tema que realmente me interese para desarrollarlo, todo es confuso, como si se trata de un sueño.
Humpty lo mira, no puede disimular su sorpresa ante lo escuchado, y le dice, —Sobre su fiebre desafortunadamente no tengo nada que aportarle, pero se ve que es una clase de tortura que se auto infringe, una adicción, un veneno que sin embargo, lo embriaga. Pero en relación a su parálisis, sí puedo ayudarlo; creo que ya tiene un estilo de narrativa, pero se encuentra extraviado por salir a buscarse en: la novela histórica, en el realismo, en la novela romántica, en la tragedia… corríjame si me equivoco pero eso que aparece como un sueño, ¿No es acaso ya la historia? Carroll, se sorprendió de que no hubiera algún tipo de comentario moral, se sintió desnudo al haber confesado su secreto más íntimo. Ahora, permítame preguntarle, —¿Los sueños son un estilo que considera más próximo?
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