Hablar sobre el encuadre en psicoterapia es todo un reto, resulta complicado abarcar las diversas variables o aristas que caracterizan al tema.
Vayamos por partes, en primer lugar el término encuadre se refiere al establecimiento de “reglas de funcionamiento” (por así decirlo) del proceso de psicoterapia. Dichas reglas tratan sobre la duración de la sesión, el lugar en el cual se llevará a cabo la sesión, el costo de la misma y la frecuencia con la cual se llevará a cabo.
Sobre el costo, la duración y la frecuencia de las sesiones hablaremos más adelante. Centraremos nuestra atención en este párrafo al lugar específico en el cual se puede y debe llevar a cabo una sesión de psicoterapia independientemente de la postura epistemológica o corriente psicológica sobre la cual se apoye el psicoterapeuta para ejercer tal función. De tal manera, el lugar en donde se lleve a cabo la o las sesiones que conformen el proceso de psicoterapia será el consultorio. Este puede ser un consultorio particular en un domicilio privado o puede estar ubicado en un edificio de oficinas acondicionado como tal para el proceso citado; cabe hacer mención que la consulta o sesión de psicoterapia se puede llevar a cabo también en las instalaciones de un hospital ya sea porque el psicoterapeuta cuente en dicho lugar con un espacio reservado para la sesión o porque el paciente al cual se atenderá se encuentre hospitalizado y en consecuencia no pueda acudir por sus propios medios al consultorio privado como tal.
¿por qué hablar sobre el espacio en el cual se llevará a cabo la sesión? ¿qué importancia tiene esto en el proceso de psicoterapia? Para empezar hemos de intentar responder el primer cuestionamiento. Porque el espacio debe proporcionar la suficiente privacidad para que el paciente se puede expresar con libertad sobre su sentir. La privacidad como tal es clave en el proceso de psicoterapia pues uno de los fundamentos más importantes para que se establezca como tal la confianza y el diálogo entre las partes que conformen el proceso de psicoterapia; así, la sesión no se puede llevar a cabo en la casa del paciente, salvo que exista una razón o razones excepcionales que así lo exijan, como puede ser un paciente mayor o un enfermo en fase terminal que por las mismas razones ya no se encuentre en un hospital. Con respecto al segundo cuestionamiento, pues resulta que la importancia del espacio se explica casi por sí misma. El establecimiento de la confianza resulta imprescindible para que las motivaciones conscientes e inconscientes que llevan a una persona a solicitar psicoterapia se mantengan activas en pro del proceso de psicoterapia, sobre el fenómeno de la resistencia hablaremos en otro momento.
Por consiguiente cuando el psicoterapeuta accede a proporcionar la sesión al paciente en su casa se trastocan los fundamentos antes mencionados y por tanto el establecimiento de la confianza y la privacidad no se llevan a cabo. Lo anterior dado que resulta muy sencillo convertir la sesión en una mera visita social o por cortesía. El ambiente familiar que persiste en la casa del paciente de forma inmediata absorbe al psicoterapeuta y le resta credibilidad y autoridad, otros dos fundamentos esenciales para el adecuado funcionamiento de la psicoterapia, ¿por qué de lo anterior? Por la sencilla razón de que en la casa del paciente no se puede llevar a cabo una interpretación, un señalamiento, una confrontación. El psicoterapeuta pasa a formar parte del clan familiar el cual se rige por la ley y el poder de quienes o quien ostente el poder en esa familia. Lo anterior ya sea “por las buenas o por las malas”. El psicoterapeuta entonces está en franca desventaja, se mimetiza con el ambiente familiar y accede a seguir las normas de buen comportamiento que se exijan en esa casa o por el contrario, de no hacerlo, su sola presencia levantará un sinnúmero de suspicacias y hostilidades pasivas en contra del paciente. La familia del mismo verá a su propio integrante como aquel que está dispuesto a revelar los más profundos secretos (y los más oscuros) del clan familiar, lo anterior por supuesto supone una amenaza para el “equilibrio” de la familia en cuestión, situación por la cual, en consecuencia, el diálogo entre paciente y psicoterapeuta será meramente cordial.
Así las cosas, la labor del psicoterapeuta no es promover la violencia en la vida de los pacientes, si no todo lo contrario. Acceder a llevar a cabo la sesión en la casa del paciente sin duda alguna representa el hecho de que aquél que se dice psicoterapeuta se ha convertido en un aliado silencioso de la violencia que se ejerce contra su propio paciente por parte de la familia de éste, como quiera que sea que la misma esté conformada. Lo recomendable entonces, basados en la ética más elemental (y por tanto el juicio más elemental) es que de no existir alguna excepción o restricción como las mencionadas (o alguna otra parecida), el paciente deberá acudir a su sesión al consultorio designado para tal efecto. Mismas consideraciones aplican para psicoterapia de pareja o familiar, por supuesto que también abarca aquellas psicoterapias de grupo, las sesiones grupales no se pueden llevar a cabo en la casa de ninguno de los pacientes, mucho menos en la casa del psicoterapeuta.