Casa Alef

Mientras tanto, el cuerpo es cíclico.

“No entiendo qué me pasa, todo me cuesta, estoy sensible, me irrito fácil, no soy yo… pero tampoco sé quién soy hoy.”

No hay una pérdida, no hay una ruptura, no hay una crisis externa, pero el cuerpo se desacomoda y entonces aparece la culpa por no tener una explicación que quepa en palabras como si lo que no se nombra no existiera o peor aún, no valiera.

Y entonces llega la frase:

“Seguro ando hormonal.”

Dicha con pena, con burla, con sospecha. Como si tener un cuerpo cíclico fuera excusa, exageración… o una falla.

El ciclo hormonal femenino no es un mito. Es un hecho biológico y clínico, cada día, los niveles de estrógeno, progesterona, testosterona, cortisol, dopamina, serotonina y otras sustancias clave cambian, y con ellos cambia también la percepción del mundo, el estado de ánimo, el deseo sexual, la motivación, la capacidad de concentración, la relación con el sueño, el rendimiento en el trabajo, el disfrute del ejercicio o el contacto con los otros.

Hay días en que el cuerpo se siente ligero y todo fluye. Y otros donde respirar duele, el cansancio pesa en las articulaciones, el deseo desaparece sin aviso, o la libido se enciende sin razón aparente.

Y no, no es drama, no es debilidad, no es inestabilidad emocional. Es cuerpo y es real.

Lo que es irreal, es la invisibilización sistemática de esta realidad. No existen datos nacionales precisos sobre cuántas mujeres se realizan un perfil hormonal integral. Su uso sigue siendo limitado, mayormente restringido a estudios de fertilidad, menopausia o casos extremos.

Sin embargo, condiciones como el SOP afectan a más del 20 % de las mujeres mexicanas en edad reproductiva, y muchas de ellas no reciben un seguimiento endocrinológico continuo. Esto revela no solo una falta de acceso, sino también una cultura médica que sigue sin mirar de frente al cuerpo femenino en sus múltiples transiciones biológicas.

Una salud mental que patologiza el cansancio, pero no investiga sus causas endocrinas.

Una cultura que castiga la falta de deseo, pero no nombra la oscilación hormonal como parte del deseo mismo.

No se trata de justificar todo con lo hormonal, tampoco de usarlo como escudo para no hacernos cargo. Pero sí de mirar el cuerpo como un interlocutor válido, con su lenguaje propio. De dejar de tragar saliva cuando no entendemos por qué algo nos conmueve de más, por qué no queremos ver a nadie, o por qué de pronto todo se vuelve gris sin razón aparente.

Porque no, no estás loca, no estás sola, a veces lo que nos pasa, nos pasa en el cuerpo antes que en la cabeza.

Y esto también hay que empezar a decirlo, con claridad, con cuerpo, con información, con menos vergüenza y más escucha ❤️‍🩹.

Liz Lara

Compartir

0
    Tu carrito
    Tu carrito está vacío